Cuando tenia 7 años le saque dos cachorritos a un perra. Fue un travesura, pero los cachorritos se me cayeron y murieron. Cuando la perra volvio, se desespero buscando a sus cachorritos. Su ladrido era un grito terrible. La travesura dejo de ser divertida, la desesperacion de la perra me empezo a angustiar. Nunca me pude sacar ese grito de la cabeza. Soñaba con la perra ladrando y ladrando.
Nunca pude olvidarme de esa perra, ni de ese ladrido desesperado. Nunca pude sacarme de la cabeza la angustia por no poder reparar lo que hice.
Hice cosas terribles en mi vida, cosas de las que me arrepiento, cosas que nunca termine de reparar, pero el ladrido de esa perra me persigue, me atormenta.
La culpa va trabajando de a poco. Al principio apenas te incomoda, es como una piedra en el zapato, pero despues no te deja caminar.
La culpa es como un perro que ladra: no muerde, pero esta todo el tiempo presente; es imposible dejar de escucharla.
La culpa te cierra la boca y el corazón. Te enceguece, te encierra, te mata en vida.
El arrepentimiento siempre llega tarde, pero nunca es tarde para arreglar eso que hiciste mal.
Reparar no vuelve el tiempo atras, pero te permite mirar hacia adelante.
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