Cuando sabes la verdad podes elegir qué hacer con ella, podés negarla o podés aceptarla.
Buscamos desesperadamente la verdad, esa misma verdad que nos da miedo escuchar. Si negas la verdad va a ser tu responsabilidad cuando te explote en las manos.
La verdad nos libera porque uno es dueño de hacer con ella lo que quiera, incluso negarla…Podés vivir negándo, pero lo único que vas a ganar es desperdiciar tu tiempo, tu vida.
Por eso la vida es divertida, porque no dura para siempre.
Cuando ya sabes la verdad, no hay nada que ocultar.
La verdad nos interpela, nos pregunta, nos arrincona, y muchas veces no hay respuesta. La verdad a veces no da certezas sino algo mucho más peligroso, dudas. La salida al peligro está en el peligro mismo. Ya sabemos la verdad, ahora podemos llorar o podemos conservar la alegría.
La verdad asusta, despierta, acude y paraliza. Desnuda, incomoda, libera y confunde.
Pero la verdad también nos da la fuerza para soltarla con alegría. La verdad es como el sol en la cara en una tarde de invierno. Es un carnaval en la nieve. La verdad a veces duele, pero sin lugar a dudas la verdad es, fue y será la fiesta de todos.
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